sábado, 5 de septiembre de 2009

La manía de pensar




¿Enfermedad Crónica o estilo de vida?
Por el P. Flaviano Amatulli Valente, fmap.
Si alguien me preguntara: «¿Cuál es el legado más grande, que quiere dejar a cuantos lo aprecian y quieren seguir
sus pasos?», yo le contestaría: «La manía de pensar». Y si me preguntara por otro legado, le contestaría: «La locura por
intentar hacer realidad lo que pienso».
Dejarse estimular No basta leer mucho, viajar o conseguir títulos académicos al por mayor. Lo que realmente vale en
la vida es aprender a dejarse estimular por todo lo que se ve o se aprende. Dejarse estimular, no almacenar datos en la
memoria; acostumbrarse a rumiar lo que se ha visto o aprendido. Sacarle jugo. No aprender para presumir, pasar el
examen o ser aprobado por los maestros. Eso pasa pronto y a la hora de los hechos, fuera de las aulas escolares, ya no
funciona. Así se explica el fracaso existencial de quienes fueron brillantes estudiantes y ahora son profesionales
mediocres, sin creatividad, puros almacenes de datos, computadoras vivientes, sin chispa propia. Nuestros seminarios
Me temo que les falte originalidad y creatividad. Repetidores que enseñan a repetir como pericos. Y todo esto ante un
mundo en plena ebullición. ¿Acaso los responsables no se dan cuenta de que muchas cosas ya no funcionan en la vida
eclesial? ¿Y qué están haciendo? Mirando nada más. Y luchando por seguir sacando títulos. Títulos y títulos. Y
seguimos estancados, mientras los demás, no solamente corren, sino vuelan. Mientras nosotros seguimos con los
silogismos, jugando a la verdad. Tenemos miedo a cimentarnos con la realidad, a enfrentarla cara a cara. Preferimos el
discurso elevado, las palabras vanas y el escondite seguro, para sentirnos bien, mientras la vida corre y se nos escapa
de las manos. El valor de arriesgar ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo durará el hechizo de Santo Tomás y
despertaremos al grito del Resucitado, que nos envía a proclamar al mundo la Buena Nueva, como corderos entre
lobos? Pensar, soñar e intentar hacer realidad lo que se vislumbra en los sueños. Aquí está el gran reto para los
valientes y los atrevidos, que sueñan con los ojos abiertos. Mientras los demás siguen con el discurso elevado, dentro
de una jaula de oro y espantados ante una realidad hermética y desafiante. Olvidándose de la gran Misión, la única
realidad que puede dar sentido a la vida del Discípulo.

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