lunes, 19 de octubre de 2009

COMO EL PROFETA JEREMIAS

Nunca faltarán los falsos profetas, siempre dispuestos a estar de acuerdo con todos, atraídos por el prestigio y la comodidad. Así el pueblo queda siempre más desamparado frente a la embestida del enemigo. Es lo que está pasando con el problema de las sectas.



Falsas esperanzas
Gritar y gritar, poner en guardia, suplicar... y no ser escuchado, hasta no ver con los propios ojos el derrumbe del pueblo de Dios en muchos lugares, por culpa de gente irresponsable que anuncia "visiones falsos": ésta ha sido la historia de muchos profetas del pasado y ésta ha sido y sigue siendo mi historia.
Recuerdo que antes de empezar mi experiencia misionera entre los indígenas chinantecos del estado de Oaxaca (México), al mencionar en un encuentro eclesial el peligro de las sectas, escuché este comentario: «Aquí, entre los indígenas, las sectas no representan un verdadero peligro. ¿Cuándo lograrán quitarles a nuestros inditos las imágenes de los santos?». Así que, según esta opinión, compartida por muchos, el apego de los indígenas hacia sus imágenes iba a representar el principal baluarte para la preservación de su fe católica.
¿Y qué pasó? Que llegaron las sectas, atacaron directamente a las imágenes, privándolas de su magia cautivadora, y la fe católica se derrumbó. Comunidades enteras cambiaron de rostro. En lugar de pensar en una seria reestructuración de la pastoral, enfrentando seriamente el problema de la ignorancia religiosa, se fueron por la tangente, al considerar precisamente la ignorancia religiosa como garantía de defensa contra la invasión de las sectas. Al estilo de muchos políticos, que, en lugar de luchar para sacar al pueblo de su ignorancia, tratan de hundirlo siempre más, para seguir explotándolo, precisamente a causa de su ignorancia.
Parece una locura considerar a la ignorancia como aliada para luchar en contra del error. ¿No sería mucho mejor confiar en el «esplendor de la verdad» y luchar con todos los medios para llevar a todos la luz del Evangelio y así prevenir al pueblo contra el peligro de la mentira y el engaño?
Ni modo. Nunca han faltado y nunca faltarán los falsos profetas, que hablan por su cuenta, no de parte de Dios, para agradar, quitar preocupaciones, hacer que la gente se sienta bien... y vivir del presupuesto. En lugar de enfrentar seriamente los problemas, prefieren alimentar falsas esperanzas. Lo que, sin duda, resulta mucho más cómodo para todos.
Cuántas veces he oído repetir: «Este pueblo es muy mariano. Nunca la Virgen permitirá que las sectas avancen». En lugar de ver qué se puede hacer para ayudar al pueblo "mariano" a no dejarse confundir por las sectas, se hecha el paquete a la Virgen, dando la vuelta al compromiso.
Sería como decir: «Oh Virgen Santa, ponemos en tus manos el problema de las sectas. No nos vayas a defraudar. Si mañana las cosas andan mal, acuérdate que tu tendrás la culpa y no nosotros».
Cómo sería diferente decir: «Oh Virgen María, ayúdanos a fortalecer la fe de tu pueblo. Danos ideas, fuerza y valor para buscar los medios mejores para enfrentar con éxito el problema de las sectas».

El ecumenismo como pretexto
Nada peor que escudarse en el ecumenismo para no hacer nada. ¡Ojalá qué todos los que se declaran en favor del ecumenismo, hicieran algo para favorecer la unidad! Sin embargo al momento de la verdad, uno se de cuenta de que se trata de pura palabrería. Nada concreto. Ningún encuentro, ningún diálogo... En el fondo, para muchos se trata de una pose y nada más. Dar la impresión de ser abiertos, sentirse seguros, tener en la mano la carta buena que un día será garantía de victoria... sin mover ni un solo dedo en favor del pueblo, que se confunde y cede bajo la presión de las sectas.
Un día me comentó un sacerdote con orgullo:

— Soy el capellán de los evangélicos.
— ¿¡Cómo!?
— Soy el capellán de la cárcel y me llevo muy bien con los evangélicos.
— ¿Qué piensan los evangélicos acerca de la Iglesia?
— No nos interesa. A nosotros interesa solamente Cristo.

Y me comentó acerca del cambio de vida que se da entre ellos, su fervor apostólico... en fin, todo lo bueno que tienen los evangélicos. Y él, el pastor de lo católicos, ¿qué hacía? Nada: mirar y nada más, feliz con su ecumenismo, mientras los evangélicos, muy buenos, predicaban el Evangelio y le robaban las ovejas bajo sus mismas narices.
En lugar de aprender de los evangélicos su fervor apostólico y empezar a evangelizar a los católicos, se sentía satisfecho con admirar el fervor de los evangélicos, llevarse bien con ellos y permitirles que hicieran estragos en las filas católicas, tanto, lo que vale es Cristo y no la Iglesia". ¿Qué bonito pretexto para no hacer nada y sentirse satisfecho, inteligente y moderno.
Otro sacerdote me dijo:

— En mi parroquia hay dos equipos de fútbol: uno católico y otro evangélico. Yo soy capellán de los evangélicos. Me llevo muy bien con ellos. Son más disciplinados, no toman... Me siento mejor con los evangélicos que con los católicos.

Así que vive de los católicos: bautismos, matrimonios, misas... y convive con los evangélicos. Y todo esto, en nombre del ecumenismo. Es que quiere la mesa ya puesta: va donde está ya todo listo. En lugar de luchar por convertir a los católicos, prefiere meterse con los católicos "ya convertidos" en evangélicos y seguir viviendo de los católicos "paganos". Y, al hacer esto, se siente más importante, de vanguardia, mirando a los demás con un sentido de desprecio a causa de sus ideas "atrasadas". En otros tiempos, esta actitud tenía un nombre muy preciso: traición. ¡Qué bueno que son pocos los que piensan de esa manera!

El precio de la paz
Desgraciadamente, en muchos casos el no hacer nada para ayudar a los "débiles en la fe" se ha vuelto en el precio que hay que pagar para establecer "buenas relaciones" con los demás grupos religiosos, que se desarrollan a costa de este tipo de católicos.
Se prefiere hablar de diálogo, respeto, testimonio, misión compartida, etc., para sentirse bien y dar una buena imagen de la fe, evitando meter los puntos sobre las íes, para no lastimar, o peor, causar un atraso en el proceso ecuménico. Y como siempre, los pobres pagan el pato. Los grandes se llevan bien entre sí y los pobres quedan angustiados y al antojo de los más astutos. El espíritu del mundo se vuelve en norma para establecer buenas relaciones entre los distintos grupos religiosos. Portándose así, mientras se habla de paz y unidad, aumenta la división y la discordia.
Pues bien, puesto que de hoy en adelante es oportuno hablar a nivel continental y no solamente latinoamericano (cf. Sínodo Especial para América, ), podemos afirmar con toda certeza que este es precisamente el estilo "norteamericano" de enfocar el problema de las sectas. Normalmente se invierte poco para atender a los católicos latinoamericanos. Por este abandono, muchos dejan la Iglesia Católica para pasar a los que sea: sectas, luteranos, anglicanos bautistas, presbiterianos, etc.
Todos se aprovechan. Y los pastores ven y callan, para no meterse en problemas, echando la culpa de todo a la falta de preparación de los católicos latinoamericanos. Haciendo esto, ven disminuir la secular oposición de parte del protestantismo hacia la Iglesia Católica y aumentar su aceptación en la sociedad norteamericana, saliendo así de su aislamiento histórico. Como siempre, una paz y un prestigio a costa de los más débiles.
En la capital de un país sudamericano, el obispo anglicano pidió a un profesor del seminario católico que lo tuviera informado acerca de los seminaristas en crisis para hacerles su ofrecimiento: matrimonio, sueldo y parroquia. Y todo esto en nombre del ecumenismo, como si el problema de la fe se redujera a la búsqueda de buenas relaciones y unos cuántos dólares.

Conclusión
El pueblo católico se encuentra en grandes apuros por la acción demoledora de las sectas. Es necesario hacer algo para fortalecer su fe, aclarando su identidad y dando una respuesta acertada a los ataques del enemigo.
En esta lucha, el ejemplo de los auténticos profetas del pasado nos puede ser de inspiración y consuelo, especialmente en los momentos de mayor dificultad. Y que el engaño de los falsos profetas pueda ser descubierto a tiempo, como en el caso de los antiguos profetas, precisamente (Jr 28).


Por el P. Flaviano Amatulli Valente

LAS SECTAS: EMPRESAS RELIGIOSAS

Lo que importa es aumentar el grupo y hacer más rentable el "business" (negocio). No interesa la fidelidad a Cristo, a su Evangelio y a su Iglesia. Por eso hay tantas sectas. Es la ley de la demanda y la oferta.





La religión
como asunto público
Antiguamente cada pueblo tenía "su" religión. Esto representaba el alma del pueblo y expresaba sus valores más profundos, sus enigmas y aspiraciones. Cualquier atentado contra la religión era considerado como un atentado contra el mismo pueblo y por lo tanto el culpable se hacía merecedor de los más grandes castigos.
En Grecia por ejemplo, el grande filósofo Sócrates fue condenado a muerte por un motivo religioso. Al enseñar a los jóvenes a razonar, los empujaba a "dudar" de ciertas creencias religiosas, lo que le mereció la muerte.

Persecución
Roma de por si se consideraba tolerante en campo religioso hacia todos los pueblos sometidos. Les permitía seguir con sus "dioses", a condición de que aceptaran la superioridad de la religión romana, en la que la misma Roma era considerada como divinidad suprema.
Cuando el general Pompeyo (63 a.C.) anexó a Roma la provincia de Judea, se presentó el problema religioso, puesto que los judíos se rehusaban a reconocer a otro dios que no fuera Yavé. Sin embargo pronto se solucionó el problema, puesto que de por si los judíos no eran proselitistas, sintiéndose satisfechos por ser solamente ellos el "pueblo elegido". Por eso Roma con facilidad les permitió que siguieran con sus creencias religiosas, puesto que no representaban ningún peligro para los demás.
El problema se hizo grande, cuando apareció el cristianismo, con un ansia misionera incontenible. A Roma le pareció que esto podía representar un serio peligro para el futuro del imperio, puesto que la nueva religión miraba a socavar los mismos cimientos del estado, representados por su religión. Por eso respondió con una feroz persecución, que duró casi trescientos años con continuos altibajos.

Religión Oficial
Por fin, el año 313 d.C: el emperador Constantino decretó la libertad de culto, al constatar la inutilidad de la persecución, puesto que de todos modos la nueva religión prosperaba cada día más y al darse cuenta de que lograba formar a ciudadanos honestos y laboriosos amantes de la patria y el progreso.
Fue tanto el entusiasmo por hacerse cristiano, que en poco tiempo casi todos los ciudadanos romanos se integraron a la Iglesia, quedando pocos seguidores del antiguo culto. Estos normalmente habitaban en los pueblitos alejados de la civilización. Desde entonces se empezó a utilizar la palabra "pagano" (pagus = aldea) en el sentido de no cristiano.
Teniendo presente esta nueva realidad, pronto el catolicismo fue considerado como religión oficial del imperio. De caes este (476 d.C.) y surgir los nuevos reinos, que tomaron su lugar, se siguió considerando el catolicismo como religión oficial.
Basándose en la antigua costumbre de considerar la religión como un asunto público y no privado, poco a poco se llegó a formular el siguiente principio jurídico "Cuius regio, eius religio" (= de quien es la región, del mismo es la religión), según el cual, el súbdito estaba obligado a tener la religión del rey. Donde el rey era católico, todos estaban obligados a ser católicos, donde el rey era luterano, todos estaban obligados a ser luteranos; donde el rey era anglicano, todos estaban obligados a ser anglicanos, etc. Para los que no querían obedecer se aplicaba pena de muerte.

Libertad religiosa
En las regiones católicas, normalmente no hubo grandes problemas al respecto. Donde si hubo grandes problemas, fue en los países regidos por reyes protestantes o anglicanos. Siguiendo el principio luterano de la libre interpretación de la Biblia, pronto empezaron a surgir grupos de creyentes inconformes con la religión oficial, provocando una fuerte represión de parte de los gobierno.
Para escapar de la persecución y poder vivir su fe en paz, muchos huyeron a las colonias inglesas de Norteamérica. Estando allí gente que por lo general estaba huyendo de la persecución a causa de su fe, establecieron el principio de la libertad religiosa, que, al independezarse Estados Unidos de Inglaterra, se volvió en ley.
Ya de por si en Europa muchos pensadores estaban luchando en la misma dirección. De esta manera, poco a poco el principio de la libertad religiosa se fue abriendo paso hasta volverse en un principio universal, con raras excepciones, especialmente en campo musulmán.

Explosión de las sectas
Hasta aquí todo parece lógico y positivo. El problema surgió cuando se empezó a considerar la religión como un "negocio" cualquiera, una empresa de tipo comercial, hecha de demanda y oferta, mercadotecnia y búsqueda del "lucro" como elemento determinante.
Ya no importa el sentido de la fidelidad a Cristo, su Evangelio y su Iglesia. Lo que importa es aumentar la membresía, conquistar a la gente a como dé lugar recaudar bienes lo más posible.
Evidentemente en todo el asunto no faltan personas serias, que buscan a Dios sinceramente; sin embargo, la impresión general en que los fundadores y dirigentes de las sectas parecen más empresarios que profetas, más expertos en sicología y en oratoria que en Biblia y ascética.

Regreso a la sagrado
Después del fracaso de las ideologías y el aburrimiento causado por la búsqueda insaciable del placer, estamos asistiendo a un fenómeno general de seguir a lo sagrado y lo espiritual. Sin embargo, dicho regreso no se está realizando por el camino de las iglesias históricas en el apego a lo racional y revelado, sino como respuesta del mismo hombre a su anhelo de seguridad y búsqueda de sentido a la vida, incursionando en todo, desde la Biblia hasta las religiones orientales, el paganismo, el esoterismo, el ocultismo, la gnosis, la sicología, etc.
Por eso, hoy en día el católico tiene que hacerse más crítico hacia el fenómeno religioso, tomando conciencia de los riesgos que implican un acercamiento a dicho fenómeno sin una preparación específica al respecto. El hecho es que muchos, que al principio parecían muy tolerantes en campo religioso, después de haber adherido ingenuamente a uno de estos nuevos grupos, se volvieron extremadamente sectarios, fanáticos y ferozmente anticatólicos.
¿Qué hubiera pasado si, antes de meterse "a ciegas" en alguno de estos nuevos sistemas religiosos, hubiera conocido algo acerca de la propia Iglesia? Sin duda, no se hubiera dejado convencer tan fácilmente.

Conclusión
Las sectas no son tan buenas como parecen a primera vista o nos quieren dar a entender. En ellas hay de todo: buena fe, búsqueda de sentido a la vida, espiritualidad, superación de ciertas actitudes negativas..., pero al mismo tiempo hay también engaño, explotación, alienación y búsqueda de poder.
Por lo tanto se de veras estamos comprometidos con el hombre concreto, no podemos prescindir de un atento análisis de este fenómeno, que bajo el manto de una profunda religiosidad esconde los intereses más variados, a veces totalmente contrarios a los ideales que se proclaman con las palabras.

P. Flaviano Amatulli Valente

Sucre, Bolivia; 7 de junio de 1998.

LAS CUATRO BANDERAS DE LAS SECTAS




Estábamos acostumbrados a un catolicismo de masa, cuya mayoría era religiosamente indiferente y apática. Nos parecía que este era el destino de la religión: ir cada día más relegándose a las sacristías con grupitos de incondicionales frente a una masa amorfa e indiferente.
¿Y qué pasó? Que con la explosión de las sectas nos dimos cuenta de que nuestros análisis no era correcto. De pronto los apáticos se volvieron activos y entusiastas. Pues bien, ¿a qué se debe este cambio?

Primera bandera:

La Palabra de Dios es para todos
Pensábamos que la Palabra de Dios era algo difícil, reservada a los seminarios, los conventos y las escuelas de teología. Para el pueblo sencillo eran suficientes el catecismo y el devocionario.
Pues bien, llegaron las sectas y demostraron que no es así. La Biblia es para todos: niños y adultos, eruditos e ignorantes. El pueblo corrió tras ellos en búsqueda de alimento espiritual más sólido y genuino. Y nosotros, la Iglesia de Cristo, nos quedamos atrás, con nuestro tesoro bien cuidado. Poseyendo la plenitud de la verdad, lo escondimos. Los demás, abriendo la Biblia, dieron la impresión de contar con riquezas más grandes que las nuestras. Y muchos se fueron con ellos.
¿Qué pasará el día en que nosotros católicos pongamos la Biblia en el lugar que se merece, volviéndose en el principal alimento espiritual de todo creyente, empezando desde los niños que apenas se abren a la fe?


Segunda bandera:

La entrega a Cristo es para todos
Nosotros católicos pensábamos que la entrega personal a Cristo era solamente para los sacerdotes y las religiosas. Pues bien, llegaron las sectas y nos abrieron los ojos, recordándonos que la entrega a Cristo es para todos, una entrega consciente y definitiva a El como el único Salvador y Señor de la propia vida. Algo realmente entusiasmante y sencillo al mismo tiempo, al alcance de todos, que da sentido a la vida y crea la conciencia de una igualdad esencial entre todos los miembros del pueblo de Dios.
¿Qué pasará el día en que entre nosotros católicos todo esto se vuelva «ley», eliminando en los laicos aquel profundo complejo de inferioridad, que los atrapa y les impide elevarse hacia las cumbres del compromiso apostólico y la santidad?

Tercera bandera:

La experiencia de Dios es para todos
Para muchos católicos sencillos, Dios es un ser familiar, con el cual tienen un trato continuo y amoroso, que da una profunda serenidad a la propia vida. El problema está en que no tienen una conciencia clara acerca del «tesoro» que poseen.
Al contrario, las sectas buscan a propósito este tipo de experiencia y hacen alarde de ella, utilizando los recursos más variados: oración, ayuno, canto, testimonio, etc. Saben que se trata de un tesoro que se tiene que encontrar a como dé lugar, y, al encontrarlo, o tener la impresión de haberlo encontrado, sienten la obligación de comunicar la buena nueva, creando en la comunidad un clima de euforia contagiosa.
¿Qué pasará el día en que entre nosotros católicos esa búsqueda se vuelva «ley», haciendo del Dios lejano el Dios amigo e inseparable?

Cuarta bandera:

La misión es para todos
El que encontró a Dios y quedó marcado por esta experiencia, no puede quedar callado. Para él la misión se vuelve en el paso obligado. Si a esto se añade una mística particular y un sistema de «conquista» bien planeado, no hay que extrañarse de los resultados.
¿Qué pasará el día en que en el mundo católico se vuelva en un estilo normal de acción pastoral, haciéndose «ley» la búsqueda constante de la oveja perdida, contando con una mística y una metodología específica con miras a recuperar a los alejados?
Lástima que aún estamos muy lejos de poder vislumbrar este cambio, empezando por los seminarios y las casas de formación para religiosas. Ni modo. Le tocará al laicado dar este paso tan importante en la vida de la Iglesia, como ya está pasando con muchos movimientos apostólicos.
De todos modos, el día en que esto suceda, podremos decir con toda razón: «¡Benditas las sectas que vinieron a despertarnos!».

Papel de las sectas
En realidad, este es el papel de las sectas: poner de manifiesto ciertas deficiencias presentes en la Iglesia y tratar de dar una respuesta. En la medida en que su análisis es correcto y su respuesta acertada, las sectas avanzan.
Hasta que la Iglesia no tome conciencia de sus cuestionamientos y no les arrebate sus mejores banderas. Entonces las sectas se desplomarán habiendo cumplido con su misión, que consiste precisamente en despertar al gigante adormecido, que es la Iglesia Católica.
Lo mismo sucedió con el marxismo. Su misión consistió en despertar al mundo capitalista acerca del problema de la justicia social. Cumplida su misión, desapareció de la escena mundial. Lo que les deseamos a las sectas de todo corazón.



Por el P. Flaviano Amatulli Valente