Algo me ha llamado siempre la atención. Cuando es el momento de la Elevación de la Hostia y del Cáliz en la celebración de la Eucaristía, la mayoría de los miembros de la Asamblea baja la mirada o cierra los ojos. Lo mismo ocurre cuando se da la bendición con el Santísimo Sacramento.
¿Es esto lo más apropiado? ¿Sabes cuál es el origen de la doble Elevación?
Según algunos liturgistas, la Elevación de la Hostia nació, principalmente, del ansia de ver a Dios en la Hostia, que, propagada por los escritores místicos del siglo XII, adquirió forma práctica por primera vez, en un decreto de Eudes de Sully, obispo de París (1196-1208), mandando que el celebrante elevara la Hostia en seguida de la Consagración del Pan, en que ya se podía mirar realmente a Nuestro Señor, realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Así se empezó a practicar, en efecto, en París, y de ahí se propagó la costumbre por toda la Cristiandad.
Este afán de ver la Hostia fue recomendado por Santa Gertrudis, quien lo consideraba como algo muy grato al Señor. Eso por lo que se se refiere a la elevación de la Hostia.
La elevación del Cáliz es posterior, pues empezó en algunas partes en el siglo XV, y no se generalizó hasta el XVI. Ello se debió a que las ansias del pueblo sólo se dirigían a ver la Hostia, pero no el Cáliz, y además a que los herejes tan sólo asestaban sus golpes contra aquélla, no contra éste.
Que no hubiera Elevación del Cáliz quizá también se debió a la forma de los cálices antiguos, cuya copa ancha y poco profunda ponía el líquido en peligro de derramarse, por lo que no era muy conveniente elevarla. Con los cálices actuales es posible.
De todo esto deben sacar los fieles, como conclusión, la belleza de tener la devoción de mirar la Hostia, tanto en el momento de la Elevación como en las Bendiciones con el Santísimo. Pero también el Cáliz en el momento de la Elevación, como lo sugieren las rúbricas en el Misal Romano, que señalan lo siguiente:
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.
La expresión es clara al utilizar el verbo mostrar, lo que no es posible hacer si cerramos los ojos o bajamos la vista.
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